El monóxido de carbono es un gas muy peligroso, ya que al ser inhalado provoca intoxicación o enfermedad, e incluso la muerte. La peligrosidad de este gas se ve aumentada, si cabe, por el hecho de que no tenga ni olor ni color, lo cual hace que no pueda ser detectado por el ser humano.
El monóxido de carbono puede producirse de diversas maneras, siendo las más frecuentes las siguientes:
- La combustión deficiente de ciertas sustancias, entre ellas el carbón, la madera, el gas, el queroseno, el tabaco, el petróleo o la gasolina.
- El funcionamiento incorrecto, de estufas y calderas.
- Los vehículos que encontrándose detenidos, tienen el motor encendido.
Respirar monóxido de carbono provoca, de manera muy rápida, la pérdida de conocimiento y la parálisis respiratoria.
Muy frecuentemente, afirmar que alguien se ha envenenado con monóxido de carbono entraña diversas dificultades, ya que los síntomas pueden ser muy similares a los de otras dolencias. Las personas dormidas o intoxicadas pueden, además, morir por el monóxido de carbono antes de que aparezca ningún otro síntoma.
El peligro que este gas supone para la vida humana, hace que sea muy importante el hecho de que se tomen medidas para evitar su inhalación, para lo cual existen sistemas de detección del monóxido de carbono. Dichos sistemas están formados por un sensor que, de manera constante, va tomando lecturas de la concentración de este gas en la zona a proteger. En el momento en el que se produce en el ambiente una concentración elevada de monóxido de carbono, el sistema nos informará de ello inmediatamente haciendo que suene una alarma.
En las industrias o garajes se usan sistemas compuestos de una central, una serie de sensores y motores de extracción. Los sensores comunican de manera permanente a la central las lecturas que va detectando, y, en caso de concentraciones altas, el motor se activa para ventilar el gas o expulsarlo.